Laura Morales: Graduada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) con Título Superior en Marketing Online y formación como Community Manager. Tiene experiencia como redactora de artículos de diversas temáticas optimizados para SEO. Experta en contenido sobre mascotas y salud veterinaria. Actualmente continúa formándose en este ámbito como Auxiliar Veterinaria y es la encargada del contenido del blog sobre mascotas Wakyma.
Hay una frase de Anatole France que dice: “Hasta que no has amado a un animal, una parte de tu alma permanecerá dormida”. Cualquier persona que ame y respete a los animales podría confirmar estas palabras, puesto que la llegada de una mascota a nuestras vidas es una experiencia maravillosa. Sin embargo, hay una delgada línea que separa el amor de la obsesión. El amor desmedido por las mascotas se conoce como petofilia y es un trastorno psicológico.
Se conoce como petofilia al trastorno ocasionado por un amor y apego excesivo por las mascotas.
Esta alteración condiciona la vida de la persona que la padece, ya que su día a día y su forma de actuar, se ven completamente supeditadas a las necesidades (o lo que esa persona considera las necesidades) de su mascota. De esta manera, el animal queda muy por encima de las propias necesidades de su dueño o dueña.
Aunque las causas que provocan esta patología no están del todo definidas, los expertos han podido extraer características de pacientes que padecen dicho trastorno. Estos son los siguientes.
Son individuos que nunca han tenido demasiado contacto social, bien por voluntad propia o por condicionantes externos. Al llegar un animal a su vida, transfieren toda esa sociabilidad hacia el animal, convirtiéndolo en su único compañero.
Otro perfil habitual es el de aquella persona que ha sufrido algún enfrentamiento traumático con otra. Esto le puede provocar un rechazo hacia el resto de individuos, por lo que toda su atención se centrará en la mascota. Ella no habla, no juzga y no hace daño.
Una persona tímida o con algún tipo de trastorno que le impida socializar, puede acabar desarrollando petofilia. Como en el caso anterior, para estas personas es mucho más fácil enfocar todo su cariño y atención en un ser que no les va a juzgar, que en otros individuos. El problema es que se les va de las manos y acaban padeciendo esta patología.
Son personas que a lo largo de su vida no han recibido el afecto necesario para su correcto desarrollo emocional y ahora lo buscan en su mascota, a la vez que le dan un cariño desmedido.
Las mascotas son un soporte emocional muy fuerte, pero hay que saber poner límites.
Las personas inseguras y con escaso amor propio también pueden desarrollar petofilia.
Esto es así porque las mascotas nos dan amor y compañía incondicional, lo que se traduce en una sensación de seguridad en nosotros. Esas personas que no sepan amarse a sí mismas y reciban tanto cariño de un animal, le pueden acabar devolviendo el “favor” de manera excesiva.
Las señales que podrían indicar que alguien está padeciendo este trastorno psicológico son las siguientes.
Humanizan al animal
Humanizar a las mascotas es un grave error y es una de las características que reflejan esta patología. Muchos dueños de mascotas ven a su animal de compañía como a una persona. Es más, como a un hijo. Un animal debe ser un animal y hay que evitar aquellas acciones que no le son necesarias. Por ejemplo, teñirles el pelo o adornarles con joyas.
La persona con petofilia quizás no era una persona antisocial antes de la llegada del animal, pero poco a poco se ha ido alejando de su círculo más cercano prefiriendo la compañía de su mascota.
No está mal que, si te apetece tomar un café con tus amigos, quieras llevar a tu mascota. Pero si siempre eliges quedarte en casa con ella porque la cafetería donde habéis quedado no es pet-friendly, quizás ahí esté el problema.
Elegir una comida de calidad para la mascota es lo adecuado para cuidar de su salud.
Lo que no es correcto y podría ser muestra de este trastorno es gastar más dinero en caprichos para el animal, que en ti mismo. Por ejemplo, tu perro se come un entrecot, mientras tú te alimentas de comida precocinada de microondas, tiene más artículos de lujo que tú, recibe más masajes y va a la peluquería con mayor frecuencia…
Cuando una mascota llega a nuestra vida, esta se convierte en nuestra responsabilidad. Sus cuidados están en nuestras manos, pero para que nuestros animales sean felices, no basta con alimentarlos y tenerlos vacunados. Hay que darles mucho cariño. Eso sí, sin llegar a convertirlo en excesivo para que no condicione nuestra salud mental y nuestra vida. Porque además, ese apego excesivo no solo acaba afectando a la persona que la sufre, sino también a la mascota.
El estrés en animales es una de las consecuencias negativas que puede acarrear que su propietario sufra este trastorno. Sí, los perros pueden sufrir estrés, igual que los gatos, los conejos, los hámsters, etc. En este caso, el estrés lo provocaría la necesidad constante de la persona de estar al lado del animal, abrazándolo, cargándolo en brazos, acicalándolo, etc. y poniéndolo en situaciones que realmente son estresantes para él. Por ejemplo, obligar a un gato a estar en un lugar con personas desconocidas.
Humanizar a tu mascota significa anular su identidad. Para que un animal sea feliz, tiene que ser eso, un animal: conservar sus instintos y su identidad. Se puede anular la identidad de una mascota de muchísimas maneras. Por ejemplo:
Tanto perros como gatos pueden desarrollar ansiedad por separación. Esto significa que, cada vez que el animal se queda solo en casa presenta síntomas de ansiedad (lloros, falta de apetito, conductas destructivas, etc.). Tras pasar mucho tiempo juntos, a la mínima ocasión en la que ellos se quedan solos, comienzan a sufrir la ausencia de su dueño. Para finalizar, nos gustaría recalcar algo. La petofilia, en definitiva, es un trastorno que se refleja en una relación tóxica con tu mascota y muchas de las consecuencias que trae consigo se pueden traducir en maltrato animal. Porque sí, maltratar a una mascota no solo es golpearla. Maquillarla, teñirle el pelo, molestarla con vestimentas, anular sus instintos, en definitiva, verla como lo que no es, acaba afectando a su salud física y mental. Y eso también es maltrato.
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