En la vida de cualquier persona, desde la infancia hasta la vejez, resulta de suma importancia contar con una dieta equilibrada que aporte todos los nutrientes esenciales que requiere nuestro organismo para sus funciones. Y es precisamente en esas dos etapas, donde la alimentación juega un papel primordial, y se requiere que se incorporen a la dieta los mejores alimentos para el cerebro, siendo uno de ellos los ácidos grasos esenciales.
En la vejez y la infancia una alimentación pobre en ácidos grasos esenciales se relaciona con disminución en los procesos de aprendizajes y la memoria, afectación de las áreas sensoriales y estados de anímicos, además de provocar daños irreversibles en el cerebro durante la infancia, si no se obtienen estos nutrientes esenciales, mientras que en la vejez implica un deterioro mental acelerado.
Sin embargo, estudios de psiquiatría en Honduras, han manifestado que el rendimiento cognitivo mejora con la administración de suplementos de ácidos grasos esenciales, lo que supone una recuperación de la actividad cerebral.
Conozcamos un poco más sobre este tema…
El ser humano necesita aproximadamente más de 46 sustancias esenciales, para el buen funcionamiento y desarrollo, entre las que se encuentran los minerales, las vitaminas, carbohidratos, aminoácidos y lípidos. Los lípidos, forman parte del grupo de las grasas, que pueden ser saturadas, insaturadas y poliinsaturadas. De estas últimas el cuerpo no puede sintetizar por su propia cuenta dos tipos, el llamado ácido linolénico y el ácido alfa linolénico, también conocidos en sus formas, como Omega-3 y Omega-6.
Ambos ácidos, se conocen como ácidos grasos esenciales, que, si bien no los puede fabricar el cuerpo, la única vía para incorporarlo es a través de los alimentos. Una vez en el organismo, los ácidos grasos esenciales, se convierten en variedades de cadena más larga, llamados ácido araquidónico, ácido eicosapentaenoico y ácido docosahexaenoico, los cuales cumplen funciones importantes en cuanto al mantenimiento de la fluidez de las membranas celulares.
Se estima que el consumo mínimo, para un adulto promedio de Omega-3 (ácido alfa linolénico) debe estar en el rango de 1 a 2gr diarios, y del Omega -6 (ácido linolénico) entre 6 y 9gr, para evitar síntomas asociados a su deficiencia, según la investigación publicada por la Dra. Elsee Durón (2013). El ácido araquidónico, eicosapentaenoico y docosahexaenoico, son ácidos grasos esenciales poliinsaturados (AGPs), que se encuentra en mayor concentración en el sistema nervioso, especialmente en las membranas neuronales, siendo los dos últimos los más abundantes. Entre las funciones que se le han asociado en el sistema nervioso pueden destacarse:
Los requerimientos de ácidos grasos esenciales pueden variar de acuerdo con la edad o según el estado fisiológico y de salud de las personas, por ello es conveniente informarse con un profesional antes de incorporar cualquier suplemento, sin prescripción, por lo que resulta más efectivo conocer los alimentos que proveen de forma natural estos nutrientes, siendo principalmente fuentes de origen animal quienes la proveen.
Concretamente los ácidos grasos se encuentran en mayor proporción en los peces de aguas frías, como salmón, trucha, sardina, atún y arenque y algunos mariscos, como mejillones y gambas. Los frutos secos y aceites de girasol, soja y maíz son otras de fuentes alimenticias de origen vegetal que proveen de estas grasas, según Baltziskueta. Y no menos importante es la presencia de ácidos grasos esenciales, en la leche materna, de allí que la recomendación en pro de la lactancia materna, va más allá de la inmunización del bebé o la creación de lazos afectivos, sino que implica la estimulación temprana, a través de la alimentación del desarrollo del cerebro.
Su aporte facilita el recubrimiento de las neuronas, por la sustancia llamada mielina, la cual aísla y facilita la comunicación entre las neuronas. También se conocen de algunos alimentos, que son enriquecidos con Omega-3 y Omega -6, como fórmulas lácteas para alimentación infantil y completas, carnes y huevos. Lo recomendable para tener un buen aporte de estas grasas buenas, es necesario equilibrar la dieta, sin suprimir ninguno de los alimentos que contienen los ácidos grasos esenciales, y en circunstancias donde no es posible, se recomienda complementar con suplementos del mercado, previamente recomendados por especialistas, para evitar los efectos que pueden afectar el sistema nervioso, especialmente las funciones cognitivas.
Cuando hay una dieta baja en ácidos grasos esenciales, se han estudiado algunos efectos directos en la salud, siendo uno de los más significativos, los que comprometen funciones del sistema nervioso, como aquellas asociadas a la cognición. La cognición, del latin cognoscere “conocer”, se refiere a la forma como el cerebro procesa, interpreta, analiza y almacena, la información externa, a través de la percepción, la experiencia y elementos personales, que permiten valorar la información y construir un nuevo conocimiento.
Y es precisamente las habilidades cognitivas de los seres humanos lo que nos diferencia del resto de los animales, debido a que nuestra corteza cerebral es más desarrollada, y sus funciones son el resultado de las múltiples interacciones neuronales.
Las capacidades cognitivas, se van desarrollando durante la infancia y la adolescencia, a través de las siguientes etapas:
Uno de los impactos más importantes por carencia de los ácidos grasos esenciales, se pueden determinar a través de las funciones cognitivas, y son apreciables cuando se pierde, “la velocidad en las respuestas, la atención, las relaciones visuoespaciales y temporoespaciales, la comprensión, el aprendizaje y la memoria”, según lo indica Ibáñez Benages, que pueden también verse comprometidas con el envejecimiento, en cuyo proceso hay un deterioro natural de las interconexiones neuronales y la plasticidad cerebral.
Que en los tiempos modernos, la ingesta de omega-3, particularmente, ha disminuido, particularmente en países americanos y algunos europeos, lo cual ha sido provocado por el aumento en el consumo de aceites vegetales (soya y maíz), y carnes de res y cerdo, que si bien son ricos en Omega-6, y ácido araquidónico, ninguno de ellos provee de las grasas (ácido eicosapentaenoico y ácido docosahexaenoico) que se requieren en mayor proporción en las funciones cerebrales, que protegen contra el deterioro cognitivo y la demencia.
La importancia vital de los ácidos grasos esenciales, mencionados con anterioridad, está vinculado con la estabilidad que les aporta a las células neuronales, particularmente en sus membranas, desplazando el colesterol que se acumula en estas también. Esto le confiere una protección al cerebro contra la degeneración neuronal, favoreciendo la plasticidad entre neuronas, la memoria, el aprendizaje y otros procesos.
Llegó el turno de prestarle atención a los alimentos, y en particular a la calidad, a fin de proteger nuestro sistema nervioso, a través de nuestra nutrición empoderándonos en el autocuidado, y la prevención de enfermedades degenerativas, que posiblemente hoy no nos interese tomarle atención, sin embargo, el ciclo de la vida es indetenible, y lo que no hacemos hoy por nuestra salud, en un futuro se traducirá en dolencias que se pudieron prevenir.
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